Durante la segunda sesión del curso
Neurociencias: ¿Una nueva filosofía? que se ha llevando a cabo durante los días 20, 21 y 22 de julio de 2011 en el Hotel El Palasiet de Benicàssim, el Catedrático de Filosofía Moral y Política en la Universidad de Valencia
Jesús Conill habló sobre dos de los posibles caminos que abren las neurociencias para la economía. Por un lado el posible enriquecimiento de la teoría económica contemporánea, y por otro la posibilidad de llegar incluso a revolucionarla.
Conill señaló durante su exposición que la economía surge en el mundo clásico unida a emociones,
sentimientos y valores. Sin embargo, poco a poco la economía moderna y contemporánea fue dando la espalda a estas variables. Por ello, cabe preguntarse qué ha pasado en el camino y qué puede aportar la neuroeconomía para retomar la senda marcada por los clásicos y revitalizar la economía.
El catedrático de Filosofía Moral y Política comentó que fue precisamente durante el transcurso del siglo XIX cuando la economía comenzó a empobrecerse. Ciertas variables que hasta ese momento eran imprescindibles para analizar el quehacer económico empezaron a ser consideradas por la ciencia económica como “necesariamente prescindibles" para el análisis del acontecer propiamente económico. Su objetivo principal era cientifizar la economía, y eso requería desprenderse de todo aquello que no pudiera ser matematizado, calculado; de todo aquello no "real". De esta forma, lo que había sido tradicionalmente una ciencia social e histórica se convirtió en un saber positivo y mecanicista empecinado en conocer las “leyes naturales” que rigen el hecho económico.
También el conductivismo ayudó a construir ese camino tomado por la economía moderna. Esta corriente de pensamiento defendió la imposibilidad entrar en esa caja oscura del ser humano. El cerebro es inescrutable, así que sólo a través del estudio de sus preferencias, estudio abordado mediante el análisis del comportamiento consumista, es posible analizar y comparar el comportamiento de los distintos agentes económicos.
Sin embargo, la irrupción de la neuroeconomía ha roto con esta comprensión de la realidad económica defendida por la teoría económica moderna y contemporánea. La neuroeconomía permite, en primer lugar, introducirse en el interior de los agentes económicos y, en segundo lugar, comparar las preferencias internas de los sujetos sin tener que recurrir ni única ni necesariamente a sus hábitos de consumo. Ahora es posible conocer, medir, calcular, el grado de implicación que tienen ciertas variables como las emociones, los sentimientos o los valores en la toma de decisión del agente económico económico y compararlas con el resto de agentes que interactúan.
Para Conill todo esto nos deja una puerta abierta para enriquecer o para incluso revolucionar la teoría económica contemporánea. En primer lugar porque define nuevos campos de saber y, ensegundo lugar, porque borra esos límites inescrutables establecidos por la teoría económia tradicional. Entre otras cosas porque, por ejemplo, mientras la teoría económica contemporánea ha entendido tradicionalmente que sólo la racionalidad eficiente es clave en la toma de decisiones, la neurociencia nos muestra un mundo totalmente diferente donde lo prioritario no es el campo deliberativo, sino el sistema afectivo del agente y los sentimientos y emociones que en él se producen.
Conill concluyó diciendo que en su opinión separar motivación y cognición es un error que tiene graves consecuencias para la economía, dado que acaba con la capacidad operativa de la toma de decisiones. La clave está, pues, en recuperar el sentido de economía de los clásicos, desde Aristóteles a Adam Smith, puesto que en su pensamiento el desarrollo de las sociedades y de los seres humanos va ligado estrechamente con el desarrollo de sus economías, y éstas nunca anduvieron alejadas de los sentimientos, las emociones y los valores que mueven y guía las conductas.
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