Manuel Illueca, profesor titular del
Departamento de Finanzas y Contabilidad de la Universitat Jaume I e
Investigador Asociado del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas,
fue el ponente invitado durante el último Seminario de Ética Económica y
Empresarial de la Fundación ÉTNOR: ¿Para qué sirven los mercados
financieros?. Su sesión se centró en el peso del sistema financiero
en la economía de España, el sistema financiero y su definición, la anatomía
del mercado financiero, las hipótesis del funcionamiento eficiente de los
mercados y sus claroscuros; así como también explicó los desencadenantes de la
burbuja inmobiliaria y el colapso del sistema bancario, entre otras muchas
cuestiones.
De todo el PIB español, el 4% proviene del
sector financiero. De este modo, ocurre en Alemana, Francia, Italia y otros
países de Europa. En Estados Unidos el crecimiento de este sistema, que cada
vez tiene más peso, ha sido ininterrumpido en las últimas décadas. Y esto no es
una cuestión de capricho, es una necesidad fundamental de la economía. El
mercado financiero tiene como objetivo proveer recursos para el presente
venidero. Hoy se renuncia al disfrute de cierto capital, invirtiéndolo en
bienes de consumo, para recibir después: es una apuesta por el futuro.
Las sociedades, nos dice el ponente, no
pueden darse el lujo de renunciar al sistema financiero porque acarrearía una
fuga de capitales y un desequilibrio en la economía del lugar. “Les permitimos
que compitan, pero sin dejarlos caer, que jueguen y se arriesguen”, aseveró.
Los “jugadores” vendrían a ser los oferentes y demandantes que pretenden poner
sobre la mesa sus excesos de liquidez y sus ideas, respectivamente. Los
primeros obtendrían una renta regular a lo largo del tiempo, y los segundos la
cristalización de su proyecto empresarial.
La razón de ser de la banca es clara:
consigue mediante la intermediación de economías domésticas y empresas,
acumular información de las compañías y al mismo tiempo monitorizar los préstamos
que da terceros. Pero no todo es perfecto, el flujo de capitales que llega
desde las economías domésticas a las empresas está sometido a dos problemas
críticos. Uno de ellos es la asimetría de información entre quien da los fondos
y quien quiere los fondos: las empresas siempre creen que sus proyectos de
inversión son los mejores y tienden a ocultar las partes de débiles de estos, y
las familias tienen dificultades para discernir cuál de ellos son los peores o
mejores, es decir, para tener elementos de juicios entre las buenas ideas y las
malas ideas. Frente a esto, Illueca ilustraba según el premio nobel Akerlof:
“al final, lo malo desplazará a lo bueno, porque la familia lo que va a dar es
un precio medio a las acciones o a la deuda, y el que tiene un mal proyecto de
inversión aceptará el trato, pero el que tiene un buen proyecto de inversión no
se contentará con ello, se irá y esperará una mejor oferta”.
Ahora bien, las economías domésticas
invierten dinero en las empresas, generalmente para que un tercero lo gestione
eficientemente y sea factible devolver al principal, pagar intereses o repartir
dividendos, según sea su caso. Aquí se presenta el segundo problema de los
mercados financieros: los incentivos que se generan en la relación entre la familia
y el que gestiona el dinero. Para evitar estos inconvenientes y el sistema
funcione bien, debe existir un flujo de capitales de economías domésticas a las
empresas y un flujo de información de naturaleza contable y extracontable de
las empresas a las economías domésticas. Los intermediarios son los que se
encargan de recoger esa información y ofrecer criterios financieros para la
toma de decisiones al momento de invertir.
Si no existe una información veraz,
adecuada a los precios reales, debidamente auditada, etc., el mercado
financiero sufre y no acaba cumplimiento sus funciones. Esta fue, en parte, la
razón del surgimiento dela burbuja inmobiliaria española. En 10 años el precio
de la vivienda creció hasta un 313% y a partir del 2008 empezaron a caer los
precios hasta un 30%. Muchas fueron las causas de la subida exponencial:
integración al euro, primas monetarias de socios, la legislación española
favorece especialmente para que se invierta, así el capital europeo fue atraído
a invertir en España en el sector de la construcción. Mientras, la burbuja se
contenía, ya que se seguían pidiendo préstamos, pero el problema es que no
había un sector real de demandantes, no había crecimiento demográfico, ni
cambios en las condiciones macroeconómicas que lo fundamentaran.
“España como país no se creyó la burbuja,
respondió a lo que decían los intermediarios de información sobre la
economía”, afirma el ponente. Los mecanismos de alerta del sistema financiero
no funcionaron. La mayor parte de escándalos contables se descubren a través de
los periodistas, pero en España aunque en el 2003 los medios de comunicación le
dieron énfasis al surgimiento de la burbuja, pronto se dejó de informar y se
justificó el aumento de los precios.
En la investigación sobre los medios de
comunicación que realizó Illueca, se recaban frases exactas de los políticos y
empresarios diciendo que no había burbuja. Se creyó que no había fallo en el
mercado y que esto era una real evolución de los precios. En meses se pasó de
la credulidad a la aceptación. El problema del flujo de información había
explotado: se decía que el mercado de vivienda estaba creciendo, por lo tanto
el mercado lanzó incentivos en mala dirección, y los bancos se expandieron
fuera de sus ámbitos tradicionales –donde ya habían bancos instalados con la
mejor cartera de clientes– y recibieron a emprendedores con proyectos muy
riesgosos. Como consecuencia, las cajas de ahorro prestaron dinero a las
empresas que luego estarían quebradas en España, dando paso al colapso de nuestro
sistema bancario.
Como alternativas para resolver estos
problemas, Manuel Illeuca recomienda no apostar totalmente por una banca
pública, ya que, entre otras cosas, se dificultan los préstamos y hay pobres
dividendos. En cuanto a la tasa a las transacciones financieras, tampoco es el
camino, podría traer como efecto la disminución de inversión en el mercado
español, acabando con una fuga los capitales a países sin esta tasa. El
conferencista cree que la clave está en la regulación prudencial, en el abandono
de la ideología de la autorregulación (de la cual ya sabemos las consecuencias)
optando por poner otras reglas de juego donde haya más seguridad, exigir un
mayor capital a los bancos, para no tener que salir a rescatarlos cuando
existan problemas.
Para concluir, el profesor de la
Universitat Jaume I de Castellón, nos dice que el sistema financiero es un
sector fundamental de la economía, que es una actividad que genera aspectos
positivos más que negativos. Nos insta a estar atentos a las alertas de
información del mercado, ya que le preocupa que el sistema esté concentrado en
muy pocas entidades, y que se deje de lado el control de la competencia, antes
se exigía mayor competencia, ahora exigimos mayores márgenes y que sirvan de
incentivos para la banca.
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