El profesor Stefano Zamagni regresó de nuevo a España para impartir la conferencia
Caritas in veritate, a timely message to revitalize business ethics en la UPCO, donde expresó su convencimiento de que el mensaje implicito en la encíclica baticana puede ayudar a potenciar y desarrollar la ética empresarial.
El profesor Zamagni, autor de numerosos libros y artículos de economía, es catedrático de Economía Política en la Universidad de Bolonia; profesor adjunto de Economía Internacional en la John Hopkins University, Bologna Center; profesor contratado de Historia del Pensamiento Económico en la Universidad Luigi Bocconi, de Milán, y miembro de Comité Ejecutivo de la Asociación Internacional de Economía. Ha sido asesor del exprimer ministro Romano Prodi y consultor del Pontificio Consejo Justicia y Paz.
Zamagni comenzó su intervención con algunas consideraciones sobre la encíclica, la primera de la postmodernidad dedicada a la doctrina social de la Iglesia. A su juicio, el paso a la posmodernidad está marcado por dos fenómenos interdependientes: la globalización y la tercera revolución industrial, cuyo nacimiento simultáneo y paralelo ha acarreado no pocos problemas. En este contexto, el Papa Benedicto XVI quiso leer esta nueva era desde la óptica de la doctrina social de la Iglesia.
La encíclica recoge dos nuevos hechos característicos del período en que nos encontramos: la separación entre economía y ética y un individualismo axiológico. La separación del mundo de la economía del de la ética es un fenómeno a todas luces reciente, los economistas clásicos eran también pensadores, filósofos y politólogos. Hoy en día, dijo, los economistas no necesitan estudiar ética porque la economía es una ética en sí misma y esa segregación de los saberes, se observa en la misma configuración de las titulaciones y los planes de estudios en las universidades. Para Zamagni una implicación más de esta concepción es la amoralidad del mercado. El individualismo axiológico supone, explicó Zamagni, que cada cual es responsable de sí mismo y que los valores son los que uno mismo decide. De este principio se desprende, por ejemplo, la crisis de los colegios, escuelas y universidades contemporáneas, de las que se espera que instruyan, pero no que eduquen. "La educación está prohibida -aseguró-. Padres y profesores no deben educar, porque la educación se considera contraria a la libertad".
Extrae cinco consecuencias de estos dos hechos. La primera es la "financialización" de la economía: las finanzas se han convertido en auto-referentes, un fin en sí mismas. "La crisis de los últimos años es el ejemplo más importante de la "financialización" de la economía y las burbujas especulativas demuestran su peligrosidad", dijo el conferenciante. La segunda, la reducción de la tasa de innovación. "En las últimas décadas, el emprendimiento ha descendido", afirmó, y ésta no es una cuestión menor para el Papa, puesto que una de las palabras clave de Caritas in veritate es "emprendedor", que aparece 25 veces. Zamagni distinguió entre renta y beneficio, y comentó que el pontífice propone luchar contra la renta no productiva: "necesitamos más emprendedores", dice en la encíclica.
La deslegitimación del trabajo es la tercera de las consecuencias. "En los últimos años, solo los estúpidos trabajaban", lo verdaderamente atractivo, afirmó, era dedicarse a la especulación o las corruptelas. Esta pérdida de valor del trabajo es mala para la economía, pero es aún peor para la vida cristiana. "Dios creó el mundo, pero no lo completó y pide a los hombres que lo hagan con su trabajo"; por eso, "una cultura que deslegitima el trabajo va en contra del pensamiento cristiano".
En cuarto lugar, se observa que las empresas se han convertido en mercancías, y con ellas sus trabajadores. El planteamiento es que si la compañía es sólo un producto más, puedo deslocalizarlo sin tener en cuenta siquiera a los trabajadores, que no son mi problema. Afortunadamente, concedió, esta concepción no ha tenido éxito en Europa, en países con Francia, Italia o Alemania, pero sí en Reino Unido y, sobre todo, en Estados Unidos, donde es un desastre.
La última consecuencia de la separación entre ética y economía y del individualismo radical es la consagración del consumismo como estilo de vida. La Iglesia no está en contra del consumo, pero es peligroso cuando se convierte en un único fin. "Si identificamos nuestra personalidad con la compra de bienes, crecen nuestras posesiones, pero no nuestra felicidad", concluyó Zamagni. Para el profesor italiano, el homo oeconomicus es un maximizador de bienes pero siempre está triste.
Para lidiar con esta situación, en el texto de la encíclica se hacen varias propuestas, la más significativa de todas es la reintroducción en nuestra sociedad del principio de fraternidad, "un valor más fuerte que la solidaridad, puesto que esta puede ser anónima o impersonal". Para Zamagni, la fraternidad implica reconocimiento de la entrega, como una expresión de la caridad. "Ése es el mayor reto del emprendedor, reintroducir la fraternidad, aplicarla al trabajo". En otra de sus propuestas centrales, el Papa pide que se tome en serio el desarrollo integral de la persona, un desarrollo de sus ámbitos material, social y espiritual. "Las tres dimensiones deben actuar como factores de multiplicación, actuando en paralelo", considera el ponente. Benedicto XVI hace también un llamamiento a la responsabilidad social de la empresa, una expresión que se usa por vez primera en una encíclica. "Hoy el emprendedor, particularmente el cristiano, tiene el reto de aplicar la responsabilidad social en su actividad", agregó Zamagni, para quien el desarrollo material no debe venir de una disminución del social o el espiritual. Puso como ejemplo la política de conciliación entre la vida laboral y personal: "La filantropía no es suficiente, un empresario cristiano debe actuar consecuentemente y dar tiempo a sus trabajadores para educar a sus hijos" Al final, concluyó que lo importante es la productividad, que va ligada a la creatividad y mejora en un entorno humanizado.
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